Jaguar hueco, Colima

    Oeste de México, Periodo Protoclásico, 100 AEC–100 EC

    Jaguar hueco, Colima, oeste de México, Periodo Protoclásico, 100 AEC–100 EC
    Cerámica policromada, 7 ½ x 7 ½ x 13 ¼ pulgadas (19,1 X 19,1 33,7 cm)
    Jay I. Kislak Collection of the Early Americas, Exploration and Navigation, Miami Dade College, MDC PC 2022.1.38

    Este inusual objeto parece un jaguar agazapado, con cara y colmillos de felino pero cuerpo redondeado como el de un perro. En la parte frontal se aprecian restos de manchas pintadas, y los agujeros de los lados pueden haber permitido la salida del vapor durante la cocción.

    Presentes en todo el continente americano, los jaguares eran venerados por su poder, su impresionante tamaño, su reputación como depredadores y también, gracias a su visión nocturna y su pelaje moteado que le servía de camuflaje, su capacidad para sobrevivir en la jungla. Todas las grandes civilizaciones mesoamericanas (y muchas sociedades andinas) tenían dioses jaguar prominentes, feroces y potentes.

    Los perros también eran autóctonos de las antiguas Américas. En Mesoamérica, los perros servían de compañía, participaban en la caza e incluso eran fuentes de alimento. También estaban relacionados con el inframundo. Muchas culturas mesoamericanas creían que un perro tratado amablemente en vida ayudaría a su amo en el más allá, permitiendo al difunto agarrarse a su cola para ser remolcado a través de una masa de agua hasta la tierra de los muertos. Otros grupos creían que las puertas del más allá estaban custodiadas por un perro que se apaciguaba fácilmente con tortillas. Incluso el dios azteca de la muerte, Xolotl, tenía cabeza de perro, y se decía que los perros de la tierra habían sido enviados como sus emisarios.

    En las tumbas de pozo del oeste de México abundan las representaciones de perros en cerámicas. Estas piezas, probablemente modeladas a partir de perros sin pelo mexicanos, eran colocadas entre la gran cantidad de figuras humanas de cerámica y platos de comida para el viaje tras la muerte. La mayoría de estos perros se representan rollizos y dóciles, como esta criatura. Como ofrendas funerarias, estos animales cebados pueden haber simbolizado la comida para el arduo viaje del difunto en el inframundo.

    Fotos de Lynton Gardiner. © Kislak Center at MDC.